4 de junio de 2009

Chau guaichanquein. (en cordobés)



Detesto las necrológicas de los diarios y su responso final para David Carradine (kung Fu). Todo lo que se puede googlear en internet, está en los diarios. Más todo el obituario de boludeces que se escriben cuando alguien muere. Sea quién fuese. Hecha la salvedad, voy por mi memoria emotiva (si es que tal cosa existe).
Tengo un catálogo de situaciones derivadas de ver la serie Kung Fú. En el secundario, en el Ricardo Rojas turno mañana, la única explicación a la ceguera del Maestro Po, era la masturbación. Al menos para mi, y gran parte de mis compañeros, un grupo de onanistas profesionales en plena revolución hormonal, no cabía otra respuesta. Después estaban las analogías por las largas caminatas, siempre descalzo, con los zapatos colgados al hombro. Tiene más caminadas que Kun Fu, sentenciaba la sapiencia colectiva, para señalar algo o alguien muy baqueteado. También acuñamos una frase para denostar a los que en el colegio hacían gala de alguna destreza en artes marciales. La frase era “quién sos……guaichanquein”. Por ver Kung Fu conocimos al papel de arroz antes de fumarlo. Fue cuando el Maestro Po instaba a su pequeño saltamontes a atravesar ese papel sin dejar huella, como señal de madurez monacal. Luego, nos dimos cuenta que los porros, también se armaban con papel de arroz. Una coincidencia bastante estúpida, en especial, si uno no está fumado. Y teníamos bromas con la quena que llevaba en su bolsa, con el celibato al que aparentemente estaba condenado. Pero tenía un encanto en sus silencios, en su mirada, en sus movimientos lentos y certeros. Y comparado con otros personajes que ostentaban las artes marciales como dotes actorales, era por lejos el mejor. Tipos como Chuck Norris, Steven Seagal, Van Damme, son de madera balsa al lado de David Carradine.
Pasaron los años y Kung Fu se convirtió en otro recuerdo de infancia aguado por el paso del tiempo. Pero un día , fui al cine, y ahí estaba él. Guaichan de nuevo, mejor que nunca. Ahora era Bill (en Kill Bill vol. II, 2004) un despiadado asesino profesional, que tenía el mismo encanto y misterio que aquel monje shaolín, que había surcado el lejano oeste en busca de una certeza que jamás encontraría. Tarantino lo hizo protagonista, junto a Uma Thurman, de una de las mejores sagas del cine. Y aunque era el malo, o mejor dicho el más malo en una película de malos, seguía siendo Kung Fu. Y no porque el personaje lo haya devorado, creo que nunca hubo un personaje. Creo que siempre vimos a David Carradine bajo distintos nombres. Nada más.
Chau guaichanquein.